viernes, 10 de abril de 2015

La clave de la felicidad

La felicidad, considero que se encuentra en las cosas más pequeñas, comunes y cotidianas, esas que todos los seres humanos podemos experimentar, pero pocos tienen la capacidad de apreciar, reconocer y sobretodo valorar. ¿Tienes guardado en tu memoria algún momento donde te descubriste siendo inmensamente feliz? Por un momento quiero que pienses en esa fotografía mental, ¿qué circunstancias, que elementos había, que sucedía ahí para que tú fueras tan feliz?


Y es que para ser feliz lo primero que debes saber es que necesitas, que te define y cómo entiendes realmente el mundo que te rodea. Porque no es más feliz quien más tiene, o el que más acumula, el más bello, ni aquel que espera el golpe de suerte o el del billete premiado de lotería.


Todos los días nos encontramos con personas que no tienen rumbo, ni timón y con el corazón profundamente vacío. Aspiran a que llegue un golpe de suerte para comerse el mundo, pero ni siquiera han empezado a disfrutar lo que tienen enfrente. El autoconocimiento, es la clave más importante para que seamos felices, para equilibrar nuestras experiencias internas y ver con humildad, objetividad e integridad, como somos y lo que necesitamos.


Seguramente conocerás personas que tienen un buen trabajo, un buen coche, un buen matrimonio, una casa, salud, hijos sanos, etc. y sin embargo sienten un vacío existencial, una inquietud que no calma ni llena ninguna de sus relaciones afectivas y nos cuesta mucho entender por qué no son felices.


Sin embargo algunas de estas personas toman las riendas de su vida y reflexionan acerca de sí mismos, hacen una introspección en busca de respuestas. Pues tal vez han querido vivir demasiado rápido demostrando a los demás todo lo que podían hacer y son conscientes hasta este momento, de que llevaban una vida llenando las expectativas de los demás sin preguntarse que necesitaban ellos. Vivían hacia fuera y no hacia dentro.


El autoconocimiento es la capacidad de controlar las experiencias internas, de ser conscientes de nuestros estados de ánimo y de actuar de acuerdo a ellos sin cederles el control.


Hay ocasiones donde nos damos cuenta de nuestra insatisfacción y sin embargo, nos obligamos a seguir caminando de manera ordinaria, sólo porque así lo esperan los demás, o porque tenemos miedo de salirnos de nuestra zona de confort. Nos dejamos llevar, fluimos y aprendemos a ignorar nuestra voz interior.


Hay que tomar conciencia de nosotros mismos y de nuestras emociones, actuando de manera congruente, reflexionando y en armonía con todos aquellos que nos rodean. A los primeros que hay que comprendernos y respetarnos es a nosotros mismos, para que podamos ser empáticos con los demás.


Para ser feliz no es necesario acumular riquezas, personas, ni tampoco conocimientos. No es más feliz el que más sabe, ni el que más tiene, sino aquel que más entiende, el que goza de mayor humildad, el que disfruta el momento y mejor se conoce. Si no sabemos hasta dónde son nuestros límites, siempre habrá alguien que intente rebasarlos. Si no sabes lo que quieres siempre vas andar buscando algo. Si no sabes apreciar lo que tienes y lo que eres, vivirás siempre frustrado y envidiando lo de los demás.


El autoconocimiento, es el ejercicio cotidiano que todos deberíamos practicar para poder comprender esta complicada vida que día a día, nos plantea retos y nos pone a prueba.


Hay ocasiones, en que la mayor sabiduría reside precisamente en entendernos a nosotros mismos para que así, podamos actuar en consecuencia y en armonía con nuestras emociones. Así seremos más íntegros, más sencillos y no sólo podremos ser un poco más felices, sino que seremos capaces también de aportar felicidad a los demás. Alguien me hizo esta pregunta que quiero que tú también reflexiones ¿si no eres feliz con lo que tienes como pretendes ser feliz con aquello que no tienes?


Ser feliz es la obligación de todo ser humano y el camino es el autoconocimiento.



¡Gracias, Saludos y Bendiciones!

viernes, 3 de abril de 2015

El Resentimiento


Re-Sentir, la misma palabra lo dice: cuando experimentamos resentimiento seguimos sintiendo. Es un pequeño recoveco donde guardamos el dolor y el enojo que aún no resolvemos, que vamos acumulando través del tiempo y si no les prestamos atención, pueden seguir creciendo hasta convertirse en un monstruo dañino en nuestro interior que poco a poco va creciendo.


Cuando estamos resentidos sentimos dolor y enojo, enojo añejo, fosilizado en el tiempo desde que sucedió aquella situación que nos provocó el resentimiento. No tomamos en cuenta la historia que tenemos con la persona, o lo que podría suceder en un futuro, modificamos el recuerdo a nuestra conveniencia, exageramos, desproporcionamos lo sucedido, por ello cada vez que lo traemos de regreso a nuestra mente nos provoca malestar.


Y el resultado es que vayamos cortando lazos y perdiendo el interés en la persona que lo provocó, intentamos que no nos importe nada de lo que hace, dice o le sucede, sin embargo, pese a todos nuestros esfuerzos no logramos desconectarnos y sentimos frustración, rabia, impotencia o dolor, por aquello por lo que nos sentimos ofendidos.


El resentimiento es una emoción descalificada nivel social, generalmente aquellos que lo experimentan, no se encuentran en condiciones de comprender, resolver y mucho menos olvidar, porque al hablar de esto serán juzgados y etiquetados como malas personas.


Pero el resentimiento, es una emoción como cualquier otra y tiene causa, razón de ser y por supuesto una consecuencia. También nos  sirve como indicador de la existencia de un problema al que nos cuesta mucho darle solución.


Éste se genera cuando vivimos alguna experiencia que nos frustra, nos parece injusta o nos lastimo y en ese momento, no demostramos nuestro dolor y enojo. Es por ello que las personas que guardan más resentimientos son aquellas que no saben expresar sus sentimientos en el momento de manera adecuada.


Si no ponemos atención, el dolor y el enojo guardados en nuestro recoveco van a ir creciendo hasta apoderarse de nosotros y el recoveco tiene espacio para agrandarse todo lo necesario para darle cabida a esta emoción. Porque es un hecho que aquello que no expresamos, pero lo sentimos, se vuelve tóxico en nuestro interior, en ocasiones volviéndose crónico y tormentoso.


Muchas veces además del dolor y el enojo, aparecen los autoreproches, porque nos sentimos malos por albergar este tipo de sentimientos en nuestro interior, incluso cuestionamos el hecho de merecer ser queridos, nos descalificamos y en ocasiones sentimos desprecio por nosotros mismos, afectando de muchas maneras nuestra autoestima.


Por lo tanto tenemos que evitar que aparezca el resentimiento, entendiendo que los seres humanos tenemos cabida para un sinfín de emociones, sin embargo por nuestra salud mental, espiritual y física tenemos que buscar estrategias para saber enojarnos adecuadamente y sobre todo reconocer y expresar el dolor que sentimos.


Hay que ser realistas con el hecho de que a la mayoría de nosotros no nos enseñaron expresar nuestro enojo de manera adecuada, ni siquiera como canalizar la energía que resulta de esta emoción, que nos provoca en general más problemas que soluciones.


Las expectativas todo lo descomponen; cuando nos enojamos casi siempre es porque nuestras expectativas han ido más allá de lo que en realidad está sucediendo. Por eso tenemos que tener en cuenta que al enojarnos, lo que estamos generando es un aumento de energía para tener más fuerza y resolver el problema que se nos está presentando. La cuestión aquí es el grado en el que lo expresamos y la forma en que lo hacemos.
Para evitar que crezca el resentimiento en nosotros es importante comunicar nuestro dolor sin reproches y canalizar la energía de nuestro enojo para resolver el problema. Porque muchas veces no decimos lo que sentimos, por evitar un conflicto y lo que resulta de este ejercicio con buena voluntad, es un resentimiento garantizado.


Todos traemos cargando en nuestro costal resentimientos, en vez de descalificarnos ¿por qué no nos damos la oportunidad de transmitir cómo nos sentimos y que necesitamos? Con el simple hecho de analizarlo nos vamos a dar cuenta de que estamos heridos, porque estamos enojados y así podremos comunicárselo a la otra persona de manera mucho más clara.


Se trata de ser conscientes de lo que nos sucede e identificar como y porque nos sentimos así, en lugar de actuar de manera automática y sólo reaccionando ante nuestras emociones. Además es importante comprender que es imposible que todas las personas nos proporcionen lo que pedimos o necesitamos, no nada más por sus carencias o las circunstancias, sino principalmente porque a menudo no solemos expresarlo con claridad.

¡Gracias, Saludos y Bendiciones!

viernes, 27 de marzo de 2015

¿El tiempo lo cura todo?

El pasado es una sombra que siempre nos acompaña, que en ocasiones nos resulta demasiado pesada, nos atormenta, nos impide avanzar y llenar nuestra vida de experiencias nuevas.

Los seres humanos somos una especie que necesitamos varias dosis de la misma lección para aprender, es decir, tropezamos varias veces con la misma piedra, en ocasiones hasta nos encariñamos con ella. Es complicado de entender este cariño que le tomamos a veces a la piedra, aunque con ella nos tropecemos, nos hagamos daño, nos rozamos, nos laceramos, cicatrizamos y al final nos acostumbramos.

Hay un dicho que dice "todo el mundo tiene su Infiernito y le sopla”.  Y con esto me refiero a que caemos una y otra vez en los mismos errores y sin embargo elegimos no cambiar de actitud. Los círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas son algunos de los ejemplos de errores geométricos más comunes que los seres humanos cometemos repetidamente, tenemos maestría en ellos.

Y no nos gusta hablar de este tema, porque cuando lo hacemos significa reconocer que vivimos enganchados aparte nuestro pasado y que nuestras emociones tienen la intención de vivir en él. Y si es verdad que el tiempo lo cura todo ¿por qué pasa y pasa y lo vivido nos sigue doliendo? y dedicamos tiempo valioso a repetir en nuestra mente una y otra vez los sucesos y conversaciones que ya no podemos cambiar.

Considero que hemos sido estafados, porque el tiempo no lo cura todo, el sufrimiento a veces se queda vivir en nuestra casa, los recuerdos se acomodan en nuestra sala y en ocasiones hasta nos acostumbramos y nos gusta.

Vivir con esperanza es lo que de verdad nos perjudica, porque a final de cuentas los recuerdos que ahora revivimos, no son las únicas penurias por las que hemos pasado, es sólo que las otras, las que no revivimos en nuestra mente una y otra vez, las hemos superado, a sabiendas que ya nada podemos hacer para cambiarlo, por eso ya no nos duele. Pero muchas veces el dolor nos toma por sorpresa, vulnerables, distraídos y le otorgamos el papel Protagónico de nuestra película de vida al pasado.

Hay ocasiones donde volteamos a nuestro alrededor y todo parece estar bien, pero de repente sentimos una profunda tristeza que nos invade, que nos provoca culpa y nos produce un gran pesar. Es un sentimiento complicado porque no responde a nada, pero existen detonantes que nos llevan a él (canciones, fotografías, lugares, conversaciones, etc.) y la mayoría de las veces no sabemos cómo manejarlo, cuando en realidad lo único que deberíamos hacer es dejarlo fluir.

Necesitamos reconciliarnos con nosotros mismos, perdonarnos, dejar de autosabotearnos... Amarnos.

El problema está en que nos encerramos en nuestros conflictos y experiencias creyendo que el tiempo nos liberará de ellos pero esto está muy lejos de la realidad. Echarle tierra a la herida y seguir caminando como si nada no nos va ayudar a que cicatrice en su interior; de hecho, hacerlo solo es una maniobra de escape que nos puede salvar la vida en ese momento, pero no nos ayuda a sanarnos verdaderamente.

Evitamos recordar pero lo que fue, lo que dolió, lo que vivimos viene caminando con nosotros, es parte de nuestro equipaje y somos resultado de aquellas experiencias y personas que se han cruzado nuestro camino. Recordar es una cuestión de impulso, de algo que quiere salir y que conforma otro de los síntomas de que no hemos superado el pasado. Muchas veces nos sentimos limitados y no sabemos por qué, algo nos impide avanzar, dar lo mejor de nosotros mismos y no encontramos una razón aparente a ello.

Somos especialistas en racionalizar nuestra vida interior y no nos damos cuenta de que nos estamos consumiendo por dentro. Es el momento de pisar nuestro pasado, de aceptarlo y de no permitir que nuestras emociones vivan en él, afrontándolo, enfrentándolo, superándolo y dejarlo de cargar en nuestro camino hacia la libertad.

Hay que mirar a hacia atrás y comprender que nada va volver hacer lo mismo y que lo que pasó pasó y no lo podemos cambiar, podemos resarcir el daño que le hemos hecho a otros, aprender, pero lo que hicimos, lo que dijimos, ya está escrito.

En muchas ocasiones el tiempo no quiere recoger nuestras lágrimas y lo consideramos injusto, y es porque su labor es enseñarnos que no se puede ser fuerte con aquello que es tu debilidad, que del pasado no se vive, que del pasado se aprende y nada ni nadie, excepto nosotros mismos, puede liberarnos de los recuerdos dolorosos.

Es un gravísimo error vivir en el presente recordando un pasado que ya no tiene futuro; tú decides si continúas dejándole la responsabilidad del tiempo para que sane tus heridas y poniendo puntos suspensivos donde va un punto y aparte.



¡Gracias, Saludos y Bendiciones!

viernes, 20 de marzo de 2015

Capitalizando el miedo


¿Qué es el miedo? Es una sensación de angustia que se produce ante la percepción de una amenaza y todos en algún momento lo hemos experimentado. La mayoría de las personas le damos una connotación negativa, pero también tiene un lado positivo, ya que nos protege ante situaciones de peligro.

La sensación de miedo aparece para avisarnos que estamos en peligro. Esto nos hace ponernos alerta y utilizar los recursos necesarios, para tratar de afrontar la situación o de lo contrario iniciar la huida, para alejarnos de aquellas batallas que no somos capaces de ganar (o eso creemos).

Es importante que tengamos en cuenta que el problema no es el miedo, éste sólo es un indicador de la existencia de un problema, es la forma, no el fondo del asunto.

Cuando proyectamos ese sentimiento a niveles donde nos inmoviliza, donde no podemos controlarnos y tampoco sabemos superarlo, el miedo se vuelve irracional. Existen cuatro fases que atravesamos cuando sentimos miedo y es necesario conocerlas para poder sobre ponernos y reaccionar:


La imaginación

La mayoría de las veces cuando sentimos miedo, imaginamos muchas cosas. Nos dejamos llevar por nuestras expectativas de lo que puede llegar ocurrir, exagerándolas. Pero lo que realmente estamos imaginando y creando en nuestra mente es una situación peor de la que existe, no sabemos lo que realmente sucederá. Nos adelantamos a los hechos, esto en muchas ocasiones nos provoca ansiedad.

Y esto lo hacemos porque cuando empezamos a imaginar de forma exagerada, nuestra mente está analizando posibilidades que pueden suceder para que estemos preparados para enfrentar la situación.

Entre más complicada sea la situación que estamos pasando, mejor podremos enfrentarnos a ella, si tenemos claro con qué recursos contamos para poder enfrentarlo.

Nuestra mente por lo general trabaja rápido cuándo estamos en peligro o cuando suponemos que lo estamos y no podemos evitar pensar en lo peor, esto nos puede salvar la vida en muchas situaciones.


Miedo

La segunda fase del miedo, es el miedo propiamente dicho. Pues ya hemos imaginado lo que puede pasar, las alternativas, posibilidades y cómo podemos escapar de esa situación... Ahora empezamos a sentir miedo.

Éste, se manifiesta en nuestros pensamientos y también en nuestro cuerpo. Cuando llegue el miedo nos empezamos a hiperventilar, el corazón late más fuerte, la voz se hace más bajita y sientes el cuerpo lleno de nervios. Ya no podemos imaginar, ni pensar. Sólo podemos sentir y prepararnos para actuar, solo eso.

Éste puede llegar por ejemplo si tenemos miedo hablar en público. Empezamos a pensar que lo vamos hacer mal, que vamos a cometer errores, que se van a reír de nosotros, que no nos van a poner atención... Imaginando y creando expectativas de las miles de alternativas posibles. Esto nos provoca una retroalimentación que evita que nos deshagamos de este miedo que muchas veces es producto de nuestras inseguridades.


Paralización y aceleración

Si nos centramos sólo en lo que sentimos, y no le damos cabida en nuestros pensamientos, el resultado es que nos bloqueemos. Entonces entramos a la tercera fase del miedo. Ahí ya no podemos pensar, porque estamos ante una situación que nos impide actuar. Y le sucede a la mayoría de las personas, quedarnos paralizados por el miedo.

Ante esta situación sentimos una gran impotencia que la mayoría de las veces, no sabemos cómo salir de ella. Ahí lo único que podemos hacer es esperar. Cuando el miedo nos paraliza, debemos esperar a que pase. Es una realidad que no es una sensación que se vaya rápido, ni resulta agradable, necesita unos cuantos segundos y a veces hasta minutos. Ya que nuestro cuerpo encendió la alarma y necesita cierto tiempo, para comprender y asegurarse que no existe riesgo alguno.

Esta fase del miedo también puede acelerarnos, en lugar de paralizar y en ese momento es cuando casi todos empezamos a hacer tonterías. Como cuando somos niños (o adultos) y nos tapamos con las sábanas hasta la cabeza o cerramos el armario para que no salga algún monstruo por ejemplo… Y si nos detenemos un poco a pensarlo ¿de qué nos van a proteger las sábanas? Sabemos que es ridículo, pero en el momento el miedo nos controla y no somos conscientes de lo que hacemos y muchas veces de lo que decimos.


Recuerdos

El miedo en estado puro junto con la imaginación nos puede llevar a paralizarnos y acelerarlos. Pero el último eslabón de la cadena del miedo son los recuerdos. Todo se queda grabado nuestra mente, pero sobre todo aquellos acontecimientos que nos estresaron o nos dañaron emocionalmente.

Cuando hemos tenido una mala experiencia de pareja, y con mala experiencia me refiero a momentos negativos, la mayoría de las veces que nos acerquemos a alguien que tenga intenciones de ser nuestra pareja, se va activar ese recuerdo previo. Ocurrirá que los recuerdos nos condicionan, protegiéndonos de un supuesto mal, por el que ya hemos pasado y queremos evitar.

Pero este mecanismo de defensa puede provocar que perdamos oportunidades, el miedo nos paraliza y eso no es positivo. Está bien aprender y actuar de otra manera para evitar que nos hagan daño, pero no evitarlo. Tenemos que intentar superar nuestros miedos, no cederles el control a ello y condicionar nuestra vida. Si tenemos miedo hablar en público, a enamorarnos, a un sinfín de situaciones o circunstancias que nos provocan esta sensación, tenemos que trabajar nuestra fuerza de voluntad para superarla. Finalmente el miedo está en nuestra mente y solo nosotros podemos superarlo y controlarlo.

Éstas son las cuatro fases del miedo por el que la mayoría de las personas pasamos cuando algo nos aterra. Es normal sentir miedo, incluso en ocasiones es bueno, pero no podemos permitir que el miedo condicione nuestras vidas. Tenemos que aprender a superarlo. No olvides que todos podemos aprender de nuestros miedos. Éstos sólo nos indican la existencia de un problema y por supuesto la posibilidad de resolverlo. No conviertas al miedo en tu enemigo, sácale provecho.


Gracias, Saludos y Bendiciones



viernes, 13 de marzo de 2015

La belleza irresistible

Las personas bellas no son necesariamente las más lindas por fuera, son las que tienen una cualidad especial; son bellas personas. La gente más bonita es aquella que se enfrenta a la vida, a sus golpes, a su injusticia. Son las que han sentido la desesperanza, la desesperación, aquellas que han sufrido en carne propia el dolor, los desgarros y problemas.

Son personas bonitas porque saben perdonar, caminar hacia adelante y darle la mano a quien lo necesita, aunque a ellos les haya acompañado la derrota, evidenciando así su calidad humana.

Todas las personas somos especiales pero hay algunas que son verdaderamente extraordinarias. Son aquellas que han tocado fondo, que han sido golpeadas por tragedias del destino o por la casualidad. Haciéndolos estar muchos escalones más arriba de aquellos que siempre han sido afortunados, por ende tienen una perspectiva distinta de paisaje.

Son mujeres y hombres que en algún punto del camino perdieron aquello que le daba significado a su vida, la alegría o las ganas de seguir adelante, pero se levantaron y encontraron el impulso que necesitaban. Y esta resulta ser la belleza más grande que existe, eclipsando así aquello banal, lo superfluo, lo trivial y todas esas pequeñeces que a veces nos parecen tan importantes.

Esas personas han decidido no ponerse una posición de víctima, no permitir que afecte su salud la tristeza o el estrés y no contaminar a los demás con su pesar. Tal vez esa sea la razón que los convierte en seres humanos tan especiales, pues conocen el miedo, la desesperación, la derrota tan de cerca y no han tenido otra opción que confrontarlo.

Las personas bellas están conscientes de que, ante un problema, por más serio que sea, hay infinitas maneras de afrontarlo. No es que sean mejores o peores que nosotros, pero han desarrollado una capacidad única para encararlo. Y eso, sin duda, los convierte en seres especiales.

De inicio es muy probable que como la mayoría de nosotros, caigan en la negación y tampoco sean capaces de medir los alcances de lo que les viene encima. Lógicamente se enojan, se entristecen y, en muchas ocasiones, estarían dispuestos hacer muchas cosas con tal de que no les ocurriera a ellos. En lo que se diferencian es en su extraordinaria capacidad de amanecer después de una tormenta.

La realidad es que son héroes, de una o muchas batallas, que conocen la importancia de la vida y, por ende, no le encuentran el sentido a complicársela con los miles de pensamientos y acciones con los que no saboteamos todos los días.

Las personas bellas llaman la atención por su inteligencia y riqueza emocional, por su calidad humana y por la congruencia entre sus pensamientos y sus acciones. Éste tipo de personas no ven el vaso ni medio lleno ni medio vacío, ven en el algo que pueden beber y utilizar, sin más dramas.

Su sentido de la riqueza se basa en lo valioso de aquello que no se puede comprar. Le dan una gran importancia a la empatía porque entienden la necesidad que tenemos los seres humanos de que alguien se preocupe por cómo nos sentimos y no sólo por juzgarnos.

Atesoran la lealtad porque ellos la ofrecen, acompañan en el sufrimiento y en las alegrías a las otras personas, pero sin protagonismo. Tienen bien claro que cualquier cosa puede desaparecer en un instante, que la gente se muere, que las historias se acaban, que los caminos se separan y es por eso que son amables, tratan de mantener el buen humor y disfrutar la vida cada día.

Todo el mundo sufre contratiempos, desavenencias, duelos, y tragedias en la vida. Pero cuanto más numerosos son, más aprendemos y maduramos. Dicen que cuando aprendemos la lección el dolor desaparece, que las cosas pasan por algo, aunque queden cicatrices en nuestro cuerpo y nuestra alma. Y esto precisamente es lo que convierte a personas normales, en seres humanos extraordinariamente bellos y es porque no han tenido fácil el recorrido de su camino. No es que hayan vencido al miedo y al dolor, es que ellos, las personas bellas saben que no se puede sanar lo que te niegas afrontar.

¡Gracias, Saludos y Bendiciones!


viernes, 6 de marzo de 2015

El arte del auto sabotaje

Todos tenemos una voz interior que todos los días pone piedras en nuestro camino, a veces ni siquiera nos damos cuenta de su existencia. Voces que hablan con el eco de una falta de autoestima capaz de romper nuestros sueños, proyectos y relaciones.

“No estoy capacitado para este trabajo, soy muy poca cosa, todo me sale mal, tengo muy mala suerte, no vale la pena intentarlo, estoy demasiado viejo... "

Y así podríamos seguir con una lista interminable de frases que nos repetimos todos los días, somos crueles con nosotros mismos y este tipo de afirmaciones internas resultan ser auténticos demonios y devoradores de nuestra felicidad. ¿Pero porque lo permitimos?

Los saboteadores internos son pensamientos casi siempre, irracionales y obsesivos que resultan de nuestros miedos. Hacen que dudemos de nosotros mismos, de nuestras cualidades, de nuestras virtudes y capacidades.

Todos nos auto saboteamos de alguna manera, porque los miedos forman parte de nuestro ser, es un mecanismo de defensa, pero lo ideal, lo esencial, es no permitir que esas voces tengan demasiada fuerza en nuestro interior. Tenemos que aprender a ignorarlas, a dejar esas voces en un rincón por el que casi nunca pasamos.

Con mucha frecuencia entablamos una guerra entre nuestros saboteadores internos y nuestros propios deseos y esa batalla casi siempre la gana el auto sabotaje.

La parte más importante para controlar nuestros saboteadores internos es identificarlos; si no somos conscientes de que nuestra propia voz interna, que pone barreras en nuestro bienestar, nos estancamos en un mismo estado, nos ponemos el saco de víctimas, en una insatisfactoria situación.

Tenemos que ponerle nombre y apellido a nuestros autosaboteadores, exactamente igual a como no olvidamos las los nombres de aquellos que nos lastimaron o dañaron. Tenemos que identificar si es miedo, inseguridad, falta de confianza, falta de autoestima, frustración.

Hay que deshilachar ese cúmulo de mociones de poco a poco y analizarlas. Éste podría ser un proceso doloroso, donde nos vamos a encontrar cara a cara con nuestros miedos. Pero seguro valdrá la pena. Sólo tú les has dado fuerza y sólo tú puedes bloquearlos.

Nuestros saboteadores internos son esos Chamucos interiores a los que les hemos dado voz y voto en nuestra vida. Nos han impedido reaccionar cuando debíamos haberlo hecho. Han puesto puertas y candados a muchos de nuestros sueños. Ahora que ya les hemos dado nombre es momento de tomar conciencia de ellos y debilitarles. Quitarles la fuerza y sobre todo voz.

Ahora que estamos intentando empequeñecer a nuestros saboteadores internos, es momento de darle fuerza a nuestros valores. La independencia, la valentía, el derecho a ser feliz, el respeto, el crecimiento personal, la pasión, la ilusión, la satisfacción, etc.

Cuando nuestros valores personales son fuertes, inamovibles, esos saboteadores internos que todos tenemos acaban debilitándose por fin, convirtiéndose en un lejano murmullo al que ya no nos permitiremos poner atención. Nuestros miedos tienen muchos ecos, pero si los racionalizamos, dejarán de dominar nuestra vida.

Gracias, ¡Saludos y Bendiciones!


viernes, 27 de febrero de 2015

¿Realmente nos comunicamos?


Los seres humanos creamos realidades o las destruimos a través de nuestro lenguaje.

Constantemente escuchamos o leemos sobre lo importante que es mantener una buena comunicación, ya sea en el ámbito familiar, laboral, social o de pareja. ¿Pero estamos conscientes de todo lo que conlleva el proceso de comunicación?

A veces no encontramos las palabras precisas, la forma de hacernos entender o de transmitir aquello que pensamos o sentimos. Casi siempre nos resulta muy complicado. Incluso, a veces consideramos que no somos nosotros sino que la persona que tenemos enfrente es el culpable, es el que pone la barrera para que no le llegue nuestro mensaje.

No estamos conscientes de todo el engranaje que forma parte del proceso de comunicación. Olvidamos la importancia de comunicarnos con los demás de manera clara y sencilla, complicándonos con palabras rebuscadas o de moda, con muchas explicaciones y a través de los medios electrónicos que se prestan a muchas interpretaciones. Sin pensar en el impacto que pueden tener nuestras palabras y gestos.

Y es que damos por hecho muchas cosas, constantemente creamos hipótesis personales sobre acontecimientos o personas, sobreentendemos, difamamos, asumimos y añadimos o quitamos detalles de la información que recibimos a nuestra conveniencia.

Somos una especie de escultores, que van creando o destruyendo la información que originan o reciben, en base a sus características, experiencias, intereses y necesidades.

Cuando una persona intenta transmitir una imagen, un sentimiento, un concepto o una idea probablemente su interlocutor no reciba lo mismo y no estamos conscientes de eso. Esto causa la gran mayoría de los malentendidos, cuando las personas creen estar hablando de lo mismo pero su concepción es totalmente distinta.

Ortega y Gasset decía: " yo soy yo y mi circunstancia”. Las personas discuten constantemente de amor, de asuntos laborales, de dinero, política, etc. Pero con una perspectiva diferente, partiendo de sus circunstancias, condiciones o significados distintos sobre aquello en lo que no están de acuerdo, desde su percepción.


La palabra puede ser la misma, pero el contenido totalmente distinto. La superficie y la profundidad pueden no guardar la relación que tú te imaginas. Tenemos que tener en cuenta qué decimos y cómo lo hacemos, para obtener un mapa un tanto más preciso de nuestra comunicación con los demás. Es fundamental que preguntemos al otro que es o que significa para él, aquello sobre lo que conversamos.

Si no, nos encontraremos asumiendo que los otros comparten nuestra visión del mundo o que piensan igual que nosotros. Y esto, provoca muchos problemas.

Cada uno llevamos en la espalda nuestra educación, experiencias, formación, características personales, religión, como para que siempre compartamos opiniones o sentimientos parecidos. Son los lentes propios con los que sentimos, interpretamos, pensamos y actuamos sobre el mundo.

Lo que yo te comunico, parte de los hechos vividos desde mi experiencia, es una versión solamente. Lo que tú entiendas, es una versión en base a tus características. Tú me lees, pero en base a tus experiencias me entiendes.

A todos nos ha pasado en ocasiones, que hemos contado algo a alguien y esta persona lo platica a alguien más y transmite una información completamente distinta. Cada persona puntualiza lo importante según su perspectiva.

Cuando pensamos que el otro no tiene la razón, ¿no será que en realidad lo único que sucede es que no piensa igual que nosotros?


¡Gracias, Saludos y Bendiciones!